90 euros 
  Lo sé que en este momento lo que más va engordando es el  paro, y no me gusta llevar la contraria, pero he evaluado todo reflexionando en  los más mínimos detalles, y por fin lo he decidido. 
  ¡Me voy a hacer emprendedor! 
  No es que deseo contratar obreros, ni maquinarias, no quiero  invertir dinero para que el banco se pueda comer mi casa. ¡No soy estúpido! 
  Lo he pensado todo leyendo con atención Memorias de un  campesino. Mi tierra tiene un dicho de sabiduría popular: «Contadino,  scarpe grosse e cervello fino». Parafraseando: peones, zapatones, pero no  nos pisamos los cojones. 
  Toda mi vida siempre he estado obsesionado por estas  palabras. 
  Explotaba una guerra ¿y quién no tenía hambre? 
  Llegaba la carestía, pero ¡¿quién podía comer higos y  ortigas?! 
  El mundo se derrumbaba ¿y quién podía buscar pajaritos con  soga y cajita de cartón? 
  Siempre puedes encontrar algo, es suficiente un terreno  yermo que nadie quiera, un arroyo, y 90 euros por la ferretería: 30 por pala,  azada y rastrillo, 30 por las semillas y 30 para terminar caracoles y babosas. 
  Así está establecido, ¡campesino y sin temor porque nada  puede ir mal! 
  —¡Mierda, mierda, mierda! ¡¡¡Quién podía preveer la  llegada de dioxina en el arroyo!!! 
  He releído bien este cuento y ya entiendo mejor dónde me he  equivocado eligiendo mi trabajo empresarial. El meollo es la palabra «PREVER»,  ahora todo está claro. 
  ¡No quiero ser campesino, ni gramático, quiero ser mago! 
Así que, si el paro sube no hay problema, puedo solucionar  todo con un poco de magia. .
    
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