¿Por qué no?
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¿Por qué no?
Si te entra el malhumor puedes matarla o salir de casa...
En muchos países se va diciendo que de vez en cuando la lluvia cae sobre lo que ya está mojado. Bien, en mi hogar esto ocurre todos los días.
Al marcharse de la vivienda después de la comida, como mínimo se te pega el estómago al hablar con el policía que te contesta el nivel de alcoholemia en la sangre.
—Por supuesto que es tu maquinaria infernal la que tiene problemas, no yo. ¿Cómo puedo comer sin tragar tres vasos de vino? ¡Y no es verdad que parecen garrafas!
Pero si tienes suerte y no encuentras el policía, seguro que se te pega un ratero enfadado que exige que vuelvas a tu piso a coger la cartera, porque no es correcto salir sin ella poniendo trampas a su trabajo. Y si no hallas ni el policía ni el ladrón, tranquilo que te vas a chocar con el padre de tu última batalla de amor, que con mala cara te pone frente a tu responsabilidad por el nuevo angelito que se acerca. Y no sirve de nada negarse con gallardía a evitar el socorro sanitario y los camilleros, que luciendo la estrella de la vida te tiran al hospital olvidándose de abrir la puerta posterior de la ambulancia antes de lanzarte.
Es cierto, salir de casa no es algo fácil, y entonces ¡no queda más remedio que la otra posibilidad!
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